Observo
las luces de las ventanas encendidas
mientras
el cielo es un parpado oscuro.
Cómo
olerán esas casas?
Olerán
a cebolla
a
hachís
a
humedad
a Ágata
Ruiz de la Prada?
¿Y sus
habitantes?
¿Tendrán
televisión?
¿Cuántas
horas pasarán delante de ella?
O
tendrán un gato manso
buscando
el rincón fresco de la casa
donde
dormir su siesta
en
pleno agosto inflamable?
Habrán
salido a manifestarse
a favor
de los mineros el último once de julio?
Tendrán
trabajo
o serán
explotados
y
amenazados con caer en desgracia?
O serán
verdugos
de
inmigrantes ilegales?
Se irán
a amontonar
bajo el
sol de las playas populares
o
preferirán el aire puro
y la desolación
de los bosques
que todavía
no se incendiaron?
Cambiarán
revolución por veraneo
les
afectará el calor de la cuidad
y los
amontonamientos?
Cuánta
contradicción
habrá
entre sus palabras y sus acciones?
En
cuántas de esas casas
vivirá
la resignación?